Las investigaciones Científicas y Tecnológicas de las últimas cinco décadas han permitido enormes avances en las distintas disciplinas desarrolladas por el hombre, y la interacción entre ellas ha hecho que dichos avances crezcan en forma exponencial, de manera que sus resultados han superado toda imaginación.
Este fenómeno nos ha ido acompañando casi sin darnos cuenta, y hemos ido incorporando a nuestra vida cotidiana todas las expresiones prácticas de dichos avances, desde la televisión de alta definición hasta el más sofisticado teléfono celular que permite comunicarnos en forma instantánea con cualquier rincón del planeta, con visión en pantalla de nuestros interlocutores, que además toma excelentes fotos, filma cortos y, como si esto fuera poco…es un GPS de alta definición y nos brinda todas las funciones de una PC.
De toda esta constelación de fenómenos, quisiera destacar con cierta amplitud algunos aspectos de su repercusión en el campo de la Medicina. Abordo este tema, influenciado por un exhaustivo análisis de los más de 50 años ligado a esta noble profesión, extrapolando datos puntuales que entiendo son interesantes de distinguir.
Es tan impactante lo ocurrido en este lapso que, junto a los compañeros de nuestra Promoción 1965, nos sentimos privilegiados al haber tenido la oportunidad de ejercer la profesión en estas últimas cinco décadas, que han conformado, de por sí, un capítulo apasionante de la Historia de la Humanidad y, puntualmente, de la Medicina, disciplina que se ha desarrollado más en este breve espacio de tiempo que en el resto de la historia del hombre.
La década del 60 constituyó un momento de quiebre en la formación de nuestra disciplina en esta región del mundo, marcando claramente el comienzo de la fuerte influencia tecnológica, que fue ganando posiciones a expensas de cierto desmedro de la tendencia clásica de la Medicina Holística, integradora, humanista, analítica y respetuosa a ultranza de la trascendencia de la relación médico-paciente, heredada de nuestros Maestros.
Este ingreso a escena de los avances tecnológicos, orientados desde EE.UU., varios países europeos y algunos asiáticos, fue ganando el terreno que la Medicina Clásica iba cediendo. Los jóvenes médicos en formación fuimos incorporando con avidez ese nuevo arsenal que íbamos descubriendo día a día; pero, a su vez, gracias a Dios, estuvimos influidos fuertemente por el clasicismo de nuestros Maestros.
Ese doble mensaje que recibimos constituyó un menú más que atractivo, y cada uno lo fue moldeando de acuerdo a su criterio y a su proyecto de ejercicio de la profesión. Seguramente los que se orientaron a especialidades con fuerte influencia tecnológica (ej.: Diagnóstico por Imágenes, Cirugía en todas sus formas sofisticadas actuales, Endoscopías, etc.) han adherido fuertemente a esta influencia, y quienes hemos abrazado el ejercicio de la Clínica Médica, fuimos incorporando todo aquello, tratando de no tomar distancia del espíritu humanístico propio de esta profesión.
El verdadero desafío de estas últimas cinco décadas, sigue siendo lograr el equilibrio marcado por la influencia de ambas tendencias, enriqueciéndonos con los maravillosos avances, sin alejarnos, ni emocional ni físicamente del paciente, destinatario supremo de nuestro accionar, considerándolo como un individuo integral y universal.
Y así nos fuimos sorprendiendo, desde la simple radiografía y los análisis de rutina, que constituían en los años 60 los recursos complementarios diagnósticos de mayor riqueza, hasta la actual Resonancia Nuclear Magnética Tridimensional y la Tomografía Axial Computada de Emisión de Positrones, junto a un Laboratorio que nos permite detectar sustancias en sangre en concentraciones tan infinitamente pequeñas que se dosan en Nanogramos (millonésima del gramo).
El tiempo ha sido demasiado breve para todo esto, apenas un flash en la historia de la humanidad.
Ejemplos como aquellos, que podríamos mencionar de a miles, constituyen el legado de la aplicación de los avances científicos y tecnológicos para mejorar la calidad de vida del hombre. Todos tenemos el deber ético y moral de abrazar esta verdadera ola gigantesca de felices logros médicos, mas con el compromiso supremo de no permitir que estas maravillosas herramientas con que contamos actualmente, vayan en desmedro de la trascendente e insustituible relación médico- paciente, esa rica y apasionante comunicación que se instala entre nosotros y ese ser humano que nos confía su bien más preciado que es el de la salud, siendo, naturalmente, el destinatario de todos nuestros esfuerzos y desvelos.
Publicado en el Boletín Conciencia Nº 349, Agosto 2018. Órgano oficial de la Asociación Médica de Bahía Blanca
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