2019/01/07

Apreciación Sensorial del Vino

Por el Dr. Oscar Anibal Mele


Conciencia 350 AMBB
A través de la historia ha habido muchos personajes famosos que han tenido una estrecha  relación con el  alcohol en algún momento de sus vidas. No son historias de alcoholistas, sino  simples instantáneas de quienes bebieron mucho y sabiamente. Es por ello que en esta breve presentación haré mención de algunos de ellos, quizá de quienes tengamos bastante información por su liderazgo indiscutido en sus respectivas disciplinas o funciones. De allí el dicho popular: “A grandes personajes, grandes vinos”.
   
Cuando Napoleón Bonaparte abrió por primera vez una botella de Chambertin, quedó definitivamente enamorado de ese sublime Borgoña. “Tiene la ligereza y la fuerza de una carga de caballería” comentó inmediatamente. Se aficionó tanto a ese vino que desde entonces hasta el momento de su último aliento, no pasó un día en que no vaciara dos o tres botellas…y se sospecha que en Waterloo abusó del Chambertin para calmar los dolores que le producía un inesperado ataque de hemorroides. Aciaga circunstancia que le impidió montar y conducir su ejército en el campo de batalla…y ya sabemos cómo terminó esa historia.
   
León Tolstoi, uno de los más notables escritores rusos de todos los tiempos, autor de La Guerra y la Paz y Ana Karenina, fue soldado (antes de caer en el misticismo) y en esa época llevó una vida desenfrenada en San Petesburgo y se hizo célebre por la habilidad que tenía para abrir las botellas de champagne con una espada. Tomaba la botella por su base y con un rápido y seco golpe de sable a la altura del corcho la degollaba limpiamente. Su obra literaria y sus escritos morales son un tesoro de la humanidad, cosa que no es poco para un  inspirado bebedor de Pommery.
   
Humphrey Bogart, bebedor incansable, logró reemplazar el Martini y los famosos Burdeos de Saint Emilión, por los whiskies más reconocidos. Su entrañable amigo Gregory Peck comentaba que Bogey podía identificar qué marca de scotch había usado el cocinero cuando le servían un pollo al whisky. Fue uno de esos tantos bebedores que preparaban su propio blend, mezclando en distintas cantidades y armónicamente varias marcas en una probeta y si lo lograba a gusto tendía varias veces el vaso solicitando se lo llenen de nuevo.
   
Marlene Dietrich conoció a Gary Cooper en 1930, poco antes de que ambos protagonizaran la película “Marruecos”, aquel famoso drama pasional ambientado en la Legión Extranjera.  Cuando lo vio por primera vez en una fiesta de Hollywood, le dijo al director Josef von Sternberg: “Papi, esta noche quiero que me consigas eso”. Demás está decir que Cooper, un tímido campesino de Montana, se dejó seducir por el lánguido y aristocrático erotismo que emanaba  Marlene. Luchadora antifascista, heroína de la Resistencia Francesa (condecorada con la legión de Honor por Charles de Gaulle), la actriz de “El ángel azul” era una severa bebedora de vinos, adicción que también adquirió Gary Cooper a su lado. Después de la guerra, durante los cinco años en que vivió en una suite del refinado Hotel Lancaster, de París, Marlene se regaló todas las tardes, a la hora del té, con maravillosas tortas de crema y chocolate, acompañadas con varias copas de Chateau d’Yquem, el más sofisticado y caro de los champagnes parisinos. Decía en esa época: “Por ahora es mi único amor”…., y tenía 86 años.

Publicado en el Boletín Conciencia Nº 350, Octubre 2018. Órgano oficial de la Asociación Médica de Bahía Blanca

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